El sueño de mamá

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Han pasado tan solo unas horas desde que he abierto mi primer regalo del día de la madre. Venía perfectamente envuelto en papel de seda y adornado con unos preciosos lazos de papel. En su interior había una bolsa de tela en la que resaltaban las siluetas de la mano de la pequeña Mary en diferentes colores. Un sencillo detalle que guardaba en su interior una dulzura que me ha hecho recordar lo que fue unas de las etapas más bonitas de mi infancia.

De pronto me vi a mi misma haciendo acopio de hojas, macarrones, lápices de colores y todo lo que tuviera a mi alcance para preparar lo que para mi era la felicitación más maravillosa del mundo entero. Aún recuerdo la mirada llena de emoción de mi madre. Esos abrazos. Esos juegos. Esos desvelos. Ese amor incondicional. Lo recuerdo ahora incluso más cuando lo vivo en mis carnes. Lo vivo cuando miro a mis hijos y me doy cuenta de cuanto estoy dispuesta a hacer por ellos.

Si pienso cual es el mejor regalo del día de la madre que podría tener, ya no es esa preciosa bolsa de tela hecha con amor incondicional, ni incluso esas tarjetas escritas con tanto amor… El gran regalo es lo que ya tenemos. Muchos de los que me estáis leyendo ahora mismo sabéis por todo lo que hemos tenido que pasar hasta conseguir formar la familia que hoy tenemos. Ha sido en estos días cuando mi hija me ha dicho por primera vez “Mamá querer yo mucho“. Unas palabras con las que hace años únicamente podía permitirme el lujo de soñar. Y cuando el pequeño James me sonríe a mi o a su hermana siento el corazón desbordarse. Ese si que es un gran regalo.

Ninguna de las piedras que tuve en el camino me ha impedido disfrutar de lo que hoy tengo. Esa batalla la gané y hoy recojo por fin la cosecha de mi victoria. Por fin puedo decir que estoy viviendo el episodio con el que tanto soñé, y creedme si os digo que…

De nada importan las noches de desvelo sin con ellas los pequeños Mary y James se sienten protegidos y reconfortados.

De nada importa perder mi identidad si con ello se sienten felices y amados.

De nada importa una cicatriz en mi vientre si con ella están aquí a mi lado.

De nada importa vivir por siempre con el recuerdo de mi lucha, porque sea cual sea el camino, la meta es la mayor recompensa.

Ser madre es de por sí el mejor regalo que podría tener. Un regalo por el que daría gracias cada día, ya que me hace sentir afortunada, ya no por lo que tengo ahora, sino por lo que tuve en mi infancia. Si mis hijos son mínimamente tan felices como lo fui yo cuando era una niña, me sentiré una madre completamente realizada.

A mi madre le debo todo. Ella me acompañó en este viaje, me cogió de la mano en mis primeros pasos y sigue manteniendo las noches de desvelo por los suyos. Ojalá yo esté siempre a su altura, porque creedme cuando os digo que tiene el listón muy alto. Nunca he conocido una mujer con mayor entrega y esplendidez con los suyos. Y vuelvo a decirlo. Soy muy afortunada. Afortunada como madre y como hija.

Y ese había sido siempre mi sueño. El sueño que hoy se cumple. El sueño que seguirá cumpliéndose cada día. Porque por fin soy la madre que siempre anhelé ser y siempre seguiré siendo la hija de la madre que siempre amé.

Upsssssss…. ¡Acaba de entrar un mensaje en el teléfono móvil! 

¿Por qué no lo leemos antes de seguir?

 

¿Te ha gustado el mensaje?

Alguien ha dedicado su tiempo para agradecerte tu entrega y tu cariño.

Porque el sueño de toda madre es amar y entregar sin esperar nada a cambio.

Y esa eres tú.

Madre entregada y amorosa como tú no hay ninguna.

Este es tu día.

Recuérdalo por siempre.

Mamá.

El sueño de mamá eres tú.
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¡Qué se entere todo el mundo!

2 comentarios en “El sueño de mamá

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