Lactancia materna: Grietas y dolor por un mal agarre
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Esto es lo que vas a leer en esta entrada:
Arrancar no siempre es fácil, aunque sea la segunda lactancia
En mi anterior post os comenté como me fue con la lactancia materna con mi primera hija. Por culpa de la preeclampsia nos vimos separadas nada más nacer y nada de lo que ocurrió después favoreció el arranque de la lactancia. Por ello, solo tuve dos opciones, abandonar la lactancia u optar por una lactancia mixta, que es lo que hice.
Aunque el resultado final fue bueno, ya que pude mantener la lactancia materna hasta el final, con mi segundo embarazo quise confiar en que ya sabía que era lo que debía hacer para que todo saliera bien. El destete de la pequeña Mary fue unos meses antes de quedarme embarazada. Algunas madres me comentaron que a ser tan reciente el cuerpo tiene memoria y eso hace que la lactancia arranque mejor en cuanto a producción. Es cierto que tuve inquietudes y cierto temor a que la lactancia no fuera bien, dada mi anterior experiencia.
El arranque de la lactancia tras una cesárea
Ya os conté que mi segundo embarazo fue de alto riesgo debido a mis antecedentes. Intentaron llevar a cabo una inducción en semana 38 de gestación. Como ya tenía una cesárea previa había que tener cuidado con la oxitocina artificial. Aunque al final me puse de parto, la inducción no fue del todo bien y la epidural no me hizo efecto por lo que cada vez soportaba menos el dolor. Pasadas las horas la doctora decidió ir a cesárea porque el niño estaba encajado y tampoco era razonable presionar más el útero con las contracciones. Con la oxitocina artificial y una cesárea previa se corre el riesgo de una ruptura uterina.
Cuando entramos a quirófano, el anestesista me preparó para la anestesia local pero como no hacía efecto no quedó más remedio que sedarme. Lo último que recuerdo es el chillido que metí tras notar el bisturí en mi vientre y como vinieron corriendo anestesista y enfermeras para ponerme una mascarilla y así poder dormirme ¡Tanto como si quería como si no!
En cuanto me desperté no había bebé. Me llevaron a la unidad de reanimación y a las pocas horas pude por fin subir a planta para estar con el pequeño James. En otras circunstancias esto me habría dolido. Ser la última en conocer a tu bebé no es fácil. Pero fueron solo unas pocas horas. En comparación con la otra vez, dadas mis circunstancias, no lo llevé mal. Me tomé la espera con calma hasta que llegó el deseado momento de juntarme con mi familia en la habitación ¡Por fin!
Coger el pecho por primera vez tras una cesárea de urgencias
Como habían pasado varias horas desde que nació, el pequeño James había recibido un pequeño biberón, el cual se zampó como si no hubiera mañana. En cuanto llegué a planta las enfermeras vinieron corriendo para ayudarme con la lactancia. Como ya había comido estaba dormido y no había manera de que cogiera el pecho, así que decidimos esperar a la siguiente toma. Yo aproveché ese momento para acurrucarlo encima mio, observarlo y acariciarlo. ¡Cuanto necesitaba eso!

En cuanto se despertó llamamos a las enfermeras del nido y ellas nos ayudaron a que se enganchara al pecho. Como estaba recién operada yo tenía que estar tumbada y el pequeño James para poder succionar tenía que estar recostado encima mio con la ayuda de su padre. Como tengo pezón plano recurrí a unas pezoneras de Medela que usé en mi anterior lactancia para ayudar a que el bebé cogiera el pecho. La otra vez me fueron de gran utilidad y por eso las llevé preparadas. Gracias a ellas el pequeño James cogió el pecho sin problemas esa primera noche. Sin ellas no era capaz.
En cuanto empezó a mamar, hacía tomas cada tres horas durante el primer día. Al poco empezó a reducir el tiempo de espera y llegó un momento en el que no se podía separar del pecho ya que tenía siempre hambre. En su segunda noche una enfermera sugirió darle un biberón y al final por agotamiento acepté. Tenía sentimientos encontrados. Por un lado, me aterraba la idea de que el biberón invadiera de nuevo un espacio en detrimento de la lactancia materna. Pero por otro lado, dada mi experiencia con la lactancia mixta, esto no tiene porque suponer un punto y final para el pecho.
Al día siguiente hubo que darle algún biberón porque no se quedaba saciado. Así que, después de un pequeño instante de bajón, me armé de valor y empecé a hacer una lista mental de todas las cosas que iba a necesitar para apoyar la lactancia: relactador, biberones con tetina calma, sacaleches, etc.
Pequeños problemas que surgen con la lactancia al llegar a casa
En el momento en el que nos dieron el alta, pude retirar las pezoneras ya que con la succión el pequeño James sacó el pezón hacia fuera. Lo que es una ayuda, ya que uno de los inconvenientes de las pezoneras es que favorece la entrada de aire, lo que implica que los pequeñines puedan tener más gases. Más o menos como ocurre con el biberón.
Llevamos pautado suplementar al bebé en caso de necesidad mientras no tuviera la subida de leche. Como ya tenía experiencia en lactancia mixta, procuré hacer las mismas cosas de la otra vez para intentar interferir lo menos posible. No dejar que el bebé pasara hambre sin que ello frenara la producción de leche. Pero la verdad es que fue rápido. Creo que fueron únicamente cuatro biberones en total los que tomó en casa hasta el momento en el que empezó a quedarse saciado. Por cada día que pasaba yo tenía una mayor producción de leche.
Satisfacer la demanda en toda su magnitud poniendo el bebé al pecho todo lo que sea necesario, es lo que realmente favorece la producción de leche.
Así que tras retirar pezoneras y biberones parecía que todo iba bien, pero no era así. Al poco tiempo las tomas comenzaron a doler muchísimo. Empezaron a salirme muchas grietas y perlas de leche por culpa de un mal agarre. El pequeño James tenía la costumbre de cerrar la boca, ya que era como más cómodo se sentía durante la toma. Le miraron incluso por si tenía frenillo lingual corto, pero no era así.
Este problema suele conllevar que al hacer un mal agarre el niño succione menor cantidad de leche por hipogalactia. Pero en mi caso, ocurrió justo lo contrario. Mi pecho se volvió loco y tuvo hipergalactia, que es una excesiva producción de leche. La mala succión unida a una pequeña infección provocó que la leche saliera disparada como si se tratara de una manguera. Esto provocaba que el niño se atragantara con mucha frecuencia mientras estaba al pecho e incluso que la leche se le saliera por la nariz a borbotones. ¡Era muy pequeño para gestionar esa excesiva salida de leche!
El intenso dolor provocado por la grietas y un mal agarre puede ser motivo de abandono de la lactancia materna
¿Cómo resolver un problema de mal agarre?
Como no aguantaba el dolor volví a recurrir al purelán y a las pezoneras. Aunque paliaba un poco el dolor, eso no estaba solucionando el problema. Recurrí entonces a la matrona de mi ambulatorio quien me ayudó muchísimo para colocar al bebé en cada toma, incitándole a abrir la boca. También vino a casa una matrona de nuestro seguro ya que tienen un servicio de apoyo a la maternidad. Con la ayuda de ambas poco a poco pudimos ver la luz.

Como tenía muchísimas grietas estas necesitaban su tiempo para cicatrizar. Tenía que tener paciencia y esperar a que poco a poco el dolor fuera remitiendo. Lo mejor en ese caso es tener los pechos al aire. Como no siempre es posible, me recomendaron usar unas conchas protectoras. Estas me resultaron de gran utilidad. Tienen una pequeña cámara de aire, lo que es un alivio ya que ayuda a que la ropa no roce el pezón. Por otro lado, tienen unos agujeros que favorecen la ventilación. A su vez, sirven para recoger leche. Como mi producción andaba un poco loca y se me salía mucha leche, estas conchas me vinieron bastante bien.
Poco a poco fui probando nuevas posturas. Con el agarre espontáneo casi siempre el bebé terminaba cogiendo bien el pecho. Se obligaba así mismo a abrir bien la boca para cogerlo. Según iba pasando el tiempo íbamos aprendiendo ambos a realizar las tomas e ir perfeccionando la técnica. Probamos la postura del balón de rugby (que ayuda a vaciar del todo los pechos) y recostados (perfecta para las noches largas).
Por otro lado... De lo que hoy soy más que consciente del pequeño James es que su forma de succionar es así, hagamos lo que hagamos. Es así como más cómodo se siente durante las tomas. Aunque procuro corregirle, el tiempo en sí mismo pone la cura. Las bocas van creciendo, y ya por mucho que la cierran ya son capaces de abarcar mucha areola. Así al tiempo el problema termina desapareciendo. Cuando me contaban esto cuando veía las estrellas con cada toma no me lo podía ni imaginar. ¡Pero es cierto! ¡Al tiempo se ve la luz! Los pezones dejan de estar tan sensibles y sus boquitas cada vez mas grandes perjudican menos al pezón.
Y así fue, como tras superar ese pequeño bache en los comienzos de mi segunda lactancia, hoy estoy disfrutando de una maravillosa lactancia materna exclusiva.
¡Lo conseguí!
A continuación os dejo los productos que me han sido de gran utilidad tanto en mi primera lactancia como en la segunda.








¿Tuviste algún problema en el arranque de tu lactancia? Cuéntame como te fue.
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